OBRINT LA FINESTRA

M'agrada assomar-me a la finestra i veure que hi ha més enllà. Normalment després me retiro a l'habitació i continuo amb el que estava fent. Avui m'han pegat una espenteta i he decidit travessar la finestra.

viernes, 27 de mayo de 2011

UNAS PEQUEÑAS VACACIONES

Gloria cada lunes a las ocho menos cuarto de la tarde preparaba unas pequeñas vacaciones. Iba a patinar por el carril bici que habían construido detrás de su casa donde antes pasaba el tren. Se deslizaba veloz bordeada de calles, césped y algún huerto de naranjos que todavía quedaba en un solar donde no llegaron las casas unifamiliares levantadas en época de bonanza. Su horizonte eran las montañas azules que se vislumbraban al girar la esquina del colegio nuevo del barrio. A veces, el sol se descomponía en trazos anaranjados que teñían el cielo del patio de la masía del tío Miguel.

La masía había resistido el paso del tiempo. Sus casas modestas contrastaban con la riqueza de materiales y de formas de las viviendas vecinas, todas de nueva construcción, de contornos simples y minimalistas.

La masía, sin embargo, era de piedra encalada en blanco, de formas irregulares y materiales nobles pero modestos. Conservaba una buganvilla que trepaba por el lado de la puerta de entrada, subía a la ventana del primer piso y aterrizaba en el último, volcándose sus flores en un fucsia que invadía dulcemente la pequeña terraza, rivalidando en intensidad con el naranja de la puesta de sol. Hubo un tiempo en que alguien se apoderó de los colores vigorosos, y las flores y los cielos deslucían entre los edificios de costes desorbitados. Las plantas debían ser escogidas por un decorador que sabía. Lo previsible y adecuado, reemplazó lo salvaje. Y los colores se fueron apagando.

Iba veloz Gloria hacia la luz de la tarde, y cada lunes a las ocho, se producía el encantamiento: el tiempo retrocedía unos cuantos años. Ella entonces recortaba con su vista la masía de otros tiempos, y aparecían huertos de naranjos, y matas de claveles chinos esparcidos entre los huertos y los regueros, que sustituían lo que hasta ahora eran casas con cocheras en hileras formando calles. Desaparecían también los coches y las piscinas. Y los sonidos de motores y algún pitido.

Cuánto más rápido llegaba, más podía prolongar ese momento. Iba entonces despacio, como una patinadora sobre la pista de hielo, movía sus piernas en un baile suave, descorriendo las cortinas del tiempo y dejando que el sol de la tarde le mostrara el paisaje de otra época. Después daba la vuelta a la masía y volvían a aparecer las casas y el césped. Y otra vez a correr.

Cuando por la noche se miraba al espejo para lavarse los dientes, todavía conservaba la luz brillante de la tarde que se había quedado como un destello de brillo rojizo en su pelo castaño.

Pero un día algo falló.

Gloria, como cada lunes, partió veloz a sus pequeñas vacaciones y encontró un solar donde antes estaba su pasado. Se enteró por unos vecinos que el tío Miguel había muerto y sus nietos lo vendieron todo rápidamente. Un día una excavadora derrocó la masía. Un solar vacío y polvoriento sustituyó lo que antaño eran casas humildes. La buganvilla, sin embargo, se resistía a ser destruida. Permanecía fuerte como el bastión de otros tiempos salvajes y libres. Vieron entonces que dentro de la masía había una fuente de la que brotaba agua entre piedras y hierba.

Ese día no se produjo el encantamiento.

Gloria ganó el concurso provincial de patinadoras, y después el nacional. Estaba orgullosa de sí misma porque había trabajado mucho. Pero por mucho que corría, sabía que no llegaría nunca a las pequeñas vacaciones de los lunes. Para qué correr tanto, se dijo un día.

Cuando volvió a recorrer reposada el camino de la antigua vía de tren, vio una buganvilla que había tomado todo el solar. Un manantial alimentaba el tronco del árbol de color rosa. A los lados, pequeños claveles blancos, se esparcían saltando los márgenes del terreno. Por suerte, hacía años dejaron de construir.

Gloria se sentó bajo el árbol y escribió una historia. Mientras lo hacía una hoja de un fucsia transparente caía lentamente al lado del lápiz. De noche, un reflejo rojo, como una brizna del pasado, se había enganchado en su pelo, bruñido de plata, nutrido esa noche de la luz de la luna.

sábado, 21 de mayo de 2011

LA HERENCIA

Este relato ha estado inspirado tras la lectura del blog Creatividad, ¿quien dijo miedo? de aminuscula.blogspot.com

Yo tenía una silla pequeñita cuando era niña que guardaba en una caja de juguetes. Era tan pequeña que no podía sentarse ni una muñeca. Quizá era la silla de la creatividad y no me di cuenta. El asiento era de plástico con cuadros rojos y blancos trenzados. Me gustaba mucho esa silla, era distinta a los demás juguetes, pero nunca sabía para qué utilizarla. Cuando sacaba los juguetes , siempre me la quedaba mirando sin saber que hacer con ella, la plantaba a un lado del espacio de juegos mientras hacía comiditas con los cacharros de plástico o cambiaba de ropa a las muñecas. De vez en cuando miraba la silla. Qué bonita era. Y sin saber para qué usarla exactamente también ese día, la guardaba de nuevo en la caja de juguetes.

Los juguetes fueron renovándose a medida que iba creciendo, aunque la silla permanecía en la caja. En realidad no tenía una edad concreta, ni era juguete de una época infantil determinada.

Nunca supe cómo llegó hasta mi casa.

Tampoco cómo desapareció.

Pero lo cierto es que un día abrí la caja y ya no estaba la silla. En verdad tampoco estaba ningún juguete. En la caja había libros y trabajos del instituto por hacer. El espacio se hacía pequeño para albergar todo lo necesario para mi futuro. Seguramente alguien había quitado la silla porque no cabía.

Cuando también los libros desaparecieron, en la caja podía ver facturas del banco, copias de la declaración de la renta de los cinco últimos años, y nóminas de los tres últimos trabajos. También la escritura de la casa donde vivía, la hipoteca y los seguros.

Un día, al entrar en la habitación, tropecé con la silla sin darme cuenta. Mis hijos la habían rescatado del sótano y les hizo gracia. Me gustó verla de nuevo en casa, vigilando los espacios de juego de mis hijos. Ellos me la enseñaron como si hubieran encontrado un tesoro y yo les expliqué emocionada que de pequeña siempre jugaba con ella. Me preguntaron entonces para qué servía y no supe qué contestarles exactamente, me salí un poco por la tangente y les respondí “ solo sirve para jugar”, bien-dijeron-“ entonces servirá para lo que podamos imaginar”.

Esa misma tarde empecé como una loca a vaciar los armarios de objetos inservibles: ropa en desuso, bolsos sin sentido, zapatos rotos...y patines de números pequeños que ya no calzaban los pies de mis hijos. En casa faltaba sitio para guardar lo necesario.

Hoy, cuando voy a visitar a alguno de mis hijos, puedo ver una silla, entre facturas del banco y unas pocas acuarelas. Cuando la veo, sonrío para mis adentros, y pienso que hice bien aquel día en renovar armarios y buscar espacio en casa.

Sin duda, entonces, encontré sitio para la mejor herencia.

sábado, 14 de mayo de 2011

FORA DE SISTEMA

En aquell supermercat les etiquetes estaven al darrere de les persones, enganxades del coll com una escapulari de paper que penjave per detràs. O al voltant de la munyica fent una pulsereta de fil amb un penjollet de cartró, que semblava el “tot inclós” d’alguns hotels del Carib. Cadascú tenia un preu, però quan posaven a la cistella iogurts, formatge o oli, les caixeres els cobraven com si tal cosa per a dissimular. Ningú sabia perquè portava l’etiqueta, i per què era obligatori per anar a la tenda, però tots se la penjaven sense fer més calendari. Hi ha tantes coses que no s’entenen, que una més, no importa-es deien. El cas, és que els clients eren els que estaven en venda, però ningú no s’ho imaginava o volia tapar-se els ulls davant l’evidència, que és el que sol passar també, quan alguna situació no ens agrada o va per camins que no podem comprendre. I us ho dic per experiència.

Hi havia sempre dins del súper tres o quatre persones que, d’incògnit, controlaven els clients-productes en venda per decidir a qui s’emportarien. El preu era variat, com diferents eres les persones. L’etiqueta marcava un seguit de xifres o paraules, que eren difícils de veure si no estaves a prop. Per a passar de producte a client, només feia falta que algú pagara religiosament el preu marcat en l’etiqueta, al comptat o en tarjeta, i així podies desfer-te d’ella. El que comprava, calia que no s’oblidara de demanar el ticket a la caixera, perquè així es podia tornar si alguna cosa de la transacció fallava.

Així, de tant en tant, veies un senyor de més de cinquanta anys que exia del bracet d’una noia rosa romanesa i volia convidar-la a un café. Els intercanvis eren molt subtils.

Només he conegut una persona que havien tornat dos o tres vegades. Es deia Anastasio i era un poc rebel. Estava en oferta i, ni així, es venia.

Al final va decidir arrancar-se l’etiqueta i va escapar del súper, confonent-se entre la gent del carrer. Va ser així quan es va quedar fora del sistema.

Alguna vegada l’he vist a la porta de la tenda, demanant almoina. Ho fa per a despistar. De tant en tant trau les tisores i talla el fil de l’etiqueta d’algú.

L’agranador ho posa rápidamente al poal del fem. I una altra persona alliberada. Però tot té un preu: l’escollit no podrà entrar mai més al súper.

La resta van a la tenda cada setmana, com si anaren al treball. Pensen que poden comprar els millors productes que ofereix la nostra societat tan avançada. Dóna llàstima veure’ls a tots passejar com si tal cosa. De tant en tant algú descobreix l’engany, però massa vegades no té prou diners per a alliberar-se i li entra el pànic de saber que està exposat a aquests negocis de compra venda. Encara que també està la possibilitat que es decidixca a treure’s l’etiqueta. I quedar-se fora del sistema com Anastasio. O com jo mateix que avui fa un any me la van tallar.

viernes, 6 de mayo de 2011

L’ULL CEC


El desfici començà a sentir-lo per la nit, a l’hora que apareixen les bruixes, s’esmuny el pare Noel per la xemeneia o es colen els lladres per la finestra entreoberta. Una picor a les mans i a la boca li feia refregar-se els palmells i treure i amagar la llengua rastrellada fortament per les dents, però, encara i així, les picors se la menjaven. Que no fora la varicel.la a aquestes edats, o la pigota, o qualsevol de les malalties pustulars de noms lletjos que coneixia. Així que s’estirà els llençols i d’una revolada es plantà al lavabo-qualsevol mal nocturn es solventava quasi sempre al lavabo.

Estengué les mans a l’espill i ensenyà la llengua. Semblava una presonera que s’entregava als seus captors fent-los burla, i així va ser quan va descobrir un ull en cada mà, que mirava fixament l’espill com un ull de peix. A la llengua n’aparegué un altre d’ull que s’obria i tancava i li feia pessigolles al paladar amb les pestanyes que també havien crescut llargues i risades. Es veu que la parpella el protegia per a que no es mullare massa. De fet quan tancà la boca, l’ull dormia.

Candela se’n tornà al llit amb tres ulls més que no sabia per a que els gastaria. Però tenia tanta son que tres d’ells es tancaren de seguida. Mentre dormia, va deixar, previsora, les mans fora de la tapanta: els ulls de peix vigilaven que no entrara cap lladre.

Al matí, mentre s’aclaria les dents, va obrir l’ull-llengua i va veure de prop milers de bombolletes blanques que semblaven l’escuma de la mar embravida, i el raspall de dents com una enorme pinta que desembolicava la mar de bandera groga. El remolí d’aigua li rentà les lleganyes. Estirava la llengua Candela, mentre es llavava les mans i els ulls de peix miraven impasibles els alicatats de la pica. La calç de l’aigua tacava augmentada, tota la griferia.

Una cua de cavall, els llavis repassats amb roig melocotó i un poc de rímel a les pestanyes dels ulls de tota la vida, i ala, al carrer a veure si descobria alguna utilitat per a la nova adquisició ocular.

Candela passejava amb les mans al darrera com un vellet desfeinat, i vegé les coses per l’altre costat. Així s’adonà que Pere tenia la cara ben bonica sí, però un cul de poca traça i un poc de gepa a l’esquena. A més era un xerrador cregut. De la mateixa manera Raul, tenia un cos molt atlètic pel darrere, malgrat que el seu posat fora incert i un poc malcarat per davant. També va descobrir altres coses que no li feien massa gràcia, per exemple era capaç de veure el que deien les mal anomenades amigues a les seues esquenes, ja que, aprofitant l’avinentesa, Candela havia aprés a llegir els llavis, i se’n va emportar més d’un desengany. Raúl, per contra, no deia res pel darrere.

Aquest poder li va durar només una setmana, el temps justet per veure les coses d’una altra manera. Al vuité dia, els tres ulls van desaparèixer de la mateixa manera que van venir. A les mans conserva un lluna en cadascuna, una ombra del que va passar. Ara mai s’obida que les coses poden veure’s del dret i l’inrevés, que tot depén del punt de vista.

Amb l’ull llengua, va llepar el cos i els ulls de Raul i va descobrir com s’obrien els poros de la seua pell al seu pas, i com li feia sigolletes amb les pestanyes al pit i al melic, i més avall i tot, i com l’iris es transformava del cau del llop, a l’esmeragda de l’illa que van formar a partir d’eixe moment els dos junts. Quan l’ull llengua va també desaparéixer, continuà fent camí, i cada vegada era capaç de veure més coses amb l’ull cec que, com un trau, continuava tatuant la seua llengua.

I és que una vegada has vist, mai més pots deixar de veure.