La otra apareció de repente un miércoles de marzo de forma inesperada. Al menos para ellos, que no dejaban de sorprenderse al verla tan decidida yendo hacia el teatro. Pero para ella no fue una sorpresa. Había estado toda la vida esperándola y más los tres últimos días que se los pasó vomitando por la noche y sin poder pegar ojo.
A medianoche del cuarto día comenzaron las arcadas. Los vómitos eran más intensos que nunca, ya no podía más, arrojó y arrojó hasta que no tuvo más en el cuerpo. Entonces dio un impulso grande que partió de la garganta y todo su cuerpo se dio la vuelta como en un calcetín. Cara, cuerpo y extremidades. En un blup, un golpe decidido, y estaba del revés. Por dentro era igual que por fuera pero mucho más sensible. Su piel estaba en carne viva los primeros segundos. Después creció de inmediato, apareció una piel fina y transparente como la de un bebé. Desde la piel, traslúcida, se podían ver todas las venas del cuerpo y la sangre correr. Solo permaneció así unos breves instantes. Después, en otro golpe de vómito, se dio de nuevo la vuelta y se volvió del derecho.
Entonces apareció otra, mucho más sonriente, fresca y decidida. Más joven y valiente. Lo primero que hizo fue deshacerse del diazepán que estaba encima de la mesilla de noche, y que una amiga le había recetado si no conseguía dormirse la noche del cuarto día. Pero el cuarto día lo pasó descansando. Floreció una sonrisa por dentro que la blindó durante una temporada. Y se levantó contenta. Por dentro seguía siendo sensible pero no tan vulnerable. Le había crecido una segunda piel transparente que la protegía. Y por fuera no era tan adusta. Se había transformado la dureza en dulzura, la indecisión en arrojo. Mejoró bastante su rostro: la sangre volvió a regar sus mejillas y una chispa de luz pellizcaba sus pupilas.
Se calzó los tejanos y salió hacia el teatro. Por detrás, en la parte baja de su espalda, asomaban dos puntas arcadas como pequeños cuernecillos de toro. Cuando se agachó y cogió la bolsa para ir al teatro, ellos vieron una sonrisa, un tatuaje discreto, una marca curvada en su nueva piel.
Era otra.
Del derecho y del revés.
A medianoche del cuarto día comenzaron las arcadas. Los vómitos eran más intensos que nunca, ya no podía más, arrojó y arrojó hasta que no tuvo más en el cuerpo. Entonces dio un impulso grande que partió de la garganta y todo su cuerpo se dio la vuelta como en un calcetín. Cara, cuerpo y extremidades. En un blup, un golpe decidido, y estaba del revés. Por dentro era igual que por fuera pero mucho más sensible. Su piel estaba en carne viva los primeros segundos. Después creció de inmediato, apareció una piel fina y transparente como la de un bebé. Desde la piel, traslúcida, se podían ver todas las venas del cuerpo y la sangre correr. Solo permaneció así unos breves instantes. Después, en otro golpe de vómito, se dio de nuevo la vuelta y se volvió del derecho.
Entonces apareció otra, mucho más sonriente, fresca y decidida. Más joven y valiente. Lo primero que hizo fue deshacerse del diazepán que estaba encima de la mesilla de noche, y que una amiga le había recetado si no conseguía dormirse la noche del cuarto día. Pero el cuarto día lo pasó descansando. Floreció una sonrisa por dentro que la blindó durante una temporada. Y se levantó contenta. Por dentro seguía siendo sensible pero no tan vulnerable. Le había crecido una segunda piel transparente que la protegía. Y por fuera no era tan adusta. Se había transformado la dureza en dulzura, la indecisión en arrojo. Mejoró bastante su rostro: la sangre volvió a regar sus mejillas y una chispa de luz pellizcaba sus pupilas.
Se calzó los tejanos y salió hacia el teatro. Por detrás, en la parte baja de su espalda, asomaban dos puntas arcadas como pequeños cuernecillos de toro. Cuando se agachó y cogió la bolsa para ir al teatro, ellos vieron una sonrisa, un tatuaje discreto, una marca curvada en su nueva piel.
Era otra.
Del derecho y del revés.
En primer lloch et desitjo unes bones Festes Nadalencas.
ResponderEliminarY en segon dirte que tens una gran inspiració per escriurer.
Pensen que potser esta otra sería más feliz oi?
Una abraçada, Montserrat
Uau de conte! Quina rebregada psicològica! Quanta gent voldria fer aquesta metamorfosi i alliberar-se del llast de ser algú que no es vol ser per tal de trobar aquest equilibri perfecte!
ResponderEliminarBon Nadal!
sí, sí: la metamorfosi del mitjó!
ResponderEliminarUn conte de metamorfosi! ben escrit ...Bon Nadal i a l'inrevés Nob Ladan!
ResponderEliminarÉs molt bonic, Rosana!
ResponderEliminar"La otra" sempre hi és, encara que no sempre deixem que s'evidencie. S'ha de ser valenta i vomitar la por, com la protagonista del teu conte.
Una abraçada.
Entonces mucho mejor, más equilibrio entre dentro y fuera.
ResponderEliminarQue tengas unas buenas fiestas, Rosana.
Montserrat Bones Festes!! Espere que les estigues passant en família i en pau. La "otra" sí jo crec que és més feliç, almenys més lliure.
ResponderEliminarJoan Guash, gràcies pel comentari tant energètic!! Alliberar-se de qui no es vol ser al principi pot causar dolor, però val la pena plantar-se i deixar d'empassar-se el que una no és.
Joan Vigó, la imatge del mitjó m'ha semblat suggestiva, gràcies
Elfreelang, seicarg nu çarba
Maijo, exacte!!!vomitar la por, és el que estava fent la protagonista, gràcies per dir-m'ho tan clar, bsts!!
Anca, buscar el equilibrio, es lo que nos permite estar y no estar cuando lo decidamos, felices fiestas y buena entrada de año si no nos vemos.
Una buena metamorfosis, sí señor. Besos
ResponderEliminarI és que una bona vomitada va bé de tant en quant!
ResponderEliminarA mi em costa molt però et quedes com nova ;-)
M´he quedat amb la incògnita de les dues banyes a l´esquena...en quina mena de criatura se´ns haurà transformat la protagonista?
Si una bona vomitada és sempre alliberadora, sobretot si el que ix és la por com diu Maijo.
ResponderEliminarUiii...sí potser sempre hi queda algo malvat amagat, no?....
Besets