Sara se enfadó con su médico el jueves por la tarde y el viernes ya se
encontraba mejor. Hacía tanto tiempo que no se enfadaba con nadie que esa aparente
contrariedad lejos de dañarla, le fue la mar de bien. De todos los sentimientos
que había olvidado en su larga travesía por la depresión, el enfado fue el
primero en salir. Con el enfado Sara se desprendió de un cúmulo de energía que la empujó hacia
adelante, y la rescató del agujero donde estaba. Fue el pistoletazo de salida
de los otros sentimientos que se pusieron ordenados y en fila a partir de
entonces: la alegría, la autoestima, el amor hacia sus hijos y su pareja.
Decidió que ningún sentimiento debe ser ignorado porque lo que no se acepta
produce un tapón. Desde el día del enfado sus otros sentimientos se fueron
deshaciendo y hasta se volvieron líquidos y después, con el tiempo, salieron de nuevo por todos los poros de su
piel.