El hombre imperfecto se escapó por una fisura del pequeño mundo. Hacía semanas que había detectado el agujero por donde deslizarse cuando encontrara ocasión, pero era difícil despistar al ojo de Dios que todo lo ve. Incluso tuvo que retener sus pensamientos huidizos y pensar a trozos todo un plan de fuga, porque es sabido que Dios conoce hasta los pensamientos más íntimos y debía prevenirse. Es difícil montar un plan de fuga con pensamientos interruptus, de la misma manera que se hace difícil hacer el amor con la cabeza alerta por un coitus interruptus.
La empresa donde trabajaba exportaba mundos a todo el universo. Cada día el hombre se vestía para viajar por el pequeño mundo. Había días que con chándal y zapatillas para escalar la única montaña que existía, otros en bañador para atravesar el río Ter y llegar al otro lado del mundo, que apenas tenía de cintura unos cuantos quilómetros. Su trabajo consistía en comprobar que todo estuviera correcto según los estándares de calidad.
Días había que se ponía corbata para cenar con Priscila del departamento de compras e innovación y, entre copa y copa, intentaba convencerla para agujerear el pequeño mundo y respirar otras atmósferas. Pero a Priscila, aunque le gustaba coquetear con el hombre, y de vez en cuando pasaba por su mente la luz de la duda, quería mantener intacto su pequeño mundo. Insistía al hombre “aquí tenemos todo lo que necesitamos” y le daba razones del departamento de satisfacción al cliente, todo un desplegable de motivos y porcentajes. Después le guiñaba el ojo y le proponía, entre arrullos, refrescarse de las calenturas insatisfechas en el río Ter. Pero el hombre se zafaba de los brazos de su jefa como podía y regresaba a casa. A su pequeña casa, de su pequeño mundo, a tan solo seis metros del restaurante donde cenaban. Un mundo perfecto y acabado.
A Priscila tampoco le seducía la idea de disgustar a Dios, y sabía que proponerle tan solo la idea de agujerear el mundo, como un queso de gruyere cósmico, disgustaría tanto a Dios que se podría romper toda la cadena de montaje, y peligraría la producción y venta de pequeños mundos. Un colapso de todo el sistema. Así que ni siquiera se lo planteaba.
El hombre empezó a barajar la idea de que quizá no fuera un mundo tan perfecto y comenzó a fantasear- a trozos, claro- con encontrar un pequeño agujero por donde escaparse, y claro, tanto miró y miró, que encontró un error en el sistema, una hendidura. Al principio era tan solo una pequeña rendija al lado del río Ter por la que observaba-a ratos-un polvo cósmico borroso, como los pequeños puntos grises de un televisor con la emisión interrumpida, después empezó a distinguir siluetas, contornos de mundos de diferentes tamaños, según estaban más lejos o más cerca, para ver al final con mayor claridad todo un sistema de planetas que cubrían lo que le alcanzaba la vista. Fantaseaba con rascar la fisura para hacer un agujero suficientemente amplio como para que su cuerpo pudiera atravesarlo. Tuvo que coquetear en más cenas de las habituales con Priscila para no levantar sospechas. Las curvas de Priscila ponían diques a sus pensamientos alocados.
Un día a Dios se le puso una pestaña en el ojo y se movilizaron todos los hombres del pequeño mundo para quitársela y que no parara la producción. Aún así tardaron un par de horas. Las suficientes para hacer grande el agujero y escaparse.
El hombre vio con claridad. No sabía que los pequeños mundos que producían estaban tan cerca. Dio un salto a un par de ellos-era como atravesar un río impulsándose en las piedras para no mojarse- y al final fue a parar a uno agujereado. Cada noche miraba desde un agujero distinto y respiraba una atmósfera diferente. Los mundos eran como bolas de un árbol de Navidad cósmico, brillantes y de todos los colores que flotaban en un universo infinito y seguramente inacabado. Distintos. Deliciosamente imperfectos.
Al cabo de dos horas consiguieron quitar la pestaña al ojo de Dios, que estaba un poco irritado, sobre todo al informarle Priscila que se había detectado una fisura en el mundo, y, después de hacer el recuento, faltaba un hombre. Sin embargo-informó Priscila-no hay problema, el mundo estará reparado en una hora. La pérdida humana no tiene importancia, por ser un hombre imperfecto-añadió.
Priscila tuvo la tentación de mirar fuera antes de dar la orden para cubrir el agujero, pero se contuvo. Al fin y al cabo tenía todo lo que ella podía necesitar-excepto al hombre- se dijo para sí poniendo al mismo tiempo freno a sus pensamientos rebeldes.
Cubrió la fisura pero dejó una grieta por la que entraba aire de una atmósfera diferente. Y por donde se escapaba aire a su vez. El mundo se deshinchaba muy lentamente. Y pensó de inmediato en otra cosa.
La empresa donde trabajaba exportaba mundos a todo el universo. Cada día el hombre se vestía para viajar por el pequeño mundo. Había días que con chándal y zapatillas para escalar la única montaña que existía, otros en bañador para atravesar el río Ter y llegar al otro lado del mundo, que apenas tenía de cintura unos cuantos quilómetros. Su trabajo consistía en comprobar que todo estuviera correcto según los estándares de calidad.
Días había que se ponía corbata para cenar con Priscila del departamento de compras e innovación y, entre copa y copa, intentaba convencerla para agujerear el pequeño mundo y respirar otras atmósferas. Pero a Priscila, aunque le gustaba coquetear con el hombre, y de vez en cuando pasaba por su mente la luz de la duda, quería mantener intacto su pequeño mundo. Insistía al hombre “aquí tenemos todo lo que necesitamos” y le daba razones del departamento de satisfacción al cliente, todo un desplegable de motivos y porcentajes. Después le guiñaba el ojo y le proponía, entre arrullos, refrescarse de las calenturas insatisfechas en el río Ter. Pero el hombre se zafaba de los brazos de su jefa como podía y regresaba a casa. A su pequeña casa, de su pequeño mundo, a tan solo seis metros del restaurante donde cenaban. Un mundo perfecto y acabado.
A Priscila tampoco le seducía la idea de disgustar a Dios, y sabía que proponerle tan solo la idea de agujerear el mundo, como un queso de gruyere cósmico, disgustaría tanto a Dios que se podría romper toda la cadena de montaje, y peligraría la producción y venta de pequeños mundos. Un colapso de todo el sistema. Así que ni siquiera se lo planteaba.
El hombre empezó a barajar la idea de que quizá no fuera un mundo tan perfecto y comenzó a fantasear- a trozos, claro- con encontrar un pequeño agujero por donde escaparse, y claro, tanto miró y miró, que encontró un error en el sistema, una hendidura. Al principio era tan solo una pequeña rendija al lado del río Ter por la que observaba-a ratos-un polvo cósmico borroso, como los pequeños puntos grises de un televisor con la emisión interrumpida, después empezó a distinguir siluetas, contornos de mundos de diferentes tamaños, según estaban más lejos o más cerca, para ver al final con mayor claridad todo un sistema de planetas que cubrían lo que le alcanzaba la vista. Fantaseaba con rascar la fisura para hacer un agujero suficientemente amplio como para que su cuerpo pudiera atravesarlo. Tuvo que coquetear en más cenas de las habituales con Priscila para no levantar sospechas. Las curvas de Priscila ponían diques a sus pensamientos alocados.
Un día a Dios se le puso una pestaña en el ojo y se movilizaron todos los hombres del pequeño mundo para quitársela y que no parara la producción. Aún así tardaron un par de horas. Las suficientes para hacer grande el agujero y escaparse.
El hombre vio con claridad. No sabía que los pequeños mundos que producían estaban tan cerca. Dio un salto a un par de ellos-era como atravesar un río impulsándose en las piedras para no mojarse- y al final fue a parar a uno agujereado. Cada noche miraba desde un agujero distinto y respiraba una atmósfera diferente. Los mundos eran como bolas de un árbol de Navidad cósmico, brillantes y de todos los colores que flotaban en un universo infinito y seguramente inacabado. Distintos. Deliciosamente imperfectos.
Al cabo de dos horas consiguieron quitar la pestaña al ojo de Dios, que estaba un poco irritado, sobre todo al informarle Priscila que se había detectado una fisura en el mundo, y, después de hacer el recuento, faltaba un hombre. Sin embargo-informó Priscila-no hay problema, el mundo estará reparado en una hora. La pérdida humana no tiene importancia, por ser un hombre imperfecto-añadió.
Priscila tuvo la tentación de mirar fuera antes de dar la orden para cubrir el agujero, pero se contuvo. Al fin y al cabo tenía todo lo que ella podía necesitar-excepto al hombre- se dijo para sí poniendo al mismo tiempo freno a sus pensamientos rebeldes.
Cubrió la fisura pero dejó una grieta por la que entraba aire de una atmósfera diferente. Y por donde se escapaba aire a su vez. El mundo se deshinchaba muy lentamente. Y pensó de inmediato en otra cosa.
Hola Rosana:
ResponderEliminarVerdaderamemnt per fer un guió d´una pel-licula de Ciencia Ficció.
Es un relat amb molta imaginació.
No es pensat en editar els teus contes?
Reb una abraçada, Montserrat
Es muy original, tienes mucha imaginación y no es por repetir lo de Monserrat. Has de estar atento para no perderte
ResponderEliminarYo también pienso que deberías editar tus cuentos, son magníficos. Un beso .
Monserrat, qué xulo serie que els meus contes provocaren un guió, un dibuix, no sé m'agradaria molt. Gràcies per les teues paraules tan carinyoses (sí que m'agradaria sí editar els meus contes...)
ResponderEliminarLuisa, te agradezco lo que me dices, imaginación al poder!!
Com he xalat! per a tenir pensaments interruptus va poder descobrir la imperfecció del món abans que Déu!! Molt i molt xulo!
ResponderEliminarA veces me pregunto qué pasará por tu cabeza cuando escribes así, cómo llegarás a estos cuentos (que ya sabes cuanto me gustan). Mañana te lo pregunto ;)
ResponderEliminarUn beso
Molt bon conte! visca la imperfecció! d'ella neix la perfecció al capdavall o almenys la perseverança en el camí de la perfecta imperfecció
ResponderEliminarEt sento lliure! Jo diria que tens molt a veure amb el teu protagonista, l'home imperfecte. T'he vist com saltaves d'un món a l'altre.
ResponderEliminarUna abraçada.
Cèlia, sí això deu ser, saps de vegades escric coses que prenen relleu amb els comentaris vostres. Gràcies.
ResponderEliminarAnca, ya sabes últimamente me dejo llevar ..., bsts
Efreelang sí siguem imperfectes, el canvi neix de la imperfecció! (gràcies)
Maijo Siiii!!! he saltat!moltes gràcies
Rosana,
ResponderEliminarHe treballat una coseta per tu, però no he sabut com fer-te-la arribar. Passa pel meu blog i rep aquest regal.
Una abraçada.
Moltes gràcies Maijo, accepto el teu regal, no hi havia millor manera d'ilustrar aquest conte, un abraç molt molt fort!!!
ResponderEliminarHola Rosana, afegeixo als altres comentaris, mentre anava llegint em quedava cada vegada més astorada de la imaginació que tens i de l´ originalitat també. Aquests contes són per publicar!!!
ResponderEliminarAquest llisca veloç com les aigúes del riu. Saps que el riu Ter és el meu riu? M´ha fet gràcia.
Petons
País, el dia que vaig obrir aquesta finestra va entrar l'oxigen que em transmeteu en el vostres comentaris i que m'espenta en les meues caigudes per la pàgina. Cosa curiosa açò del riu...
ResponderEliminarMoltes gràcies
Rosaneta, eres molt bona. Te vullg a muntó perque formes part d'eixe "meu món imperfecte". Saps que compartixc el que et diuen altres persones hauries de publicar aquestos contes.
ResponderEliminarBesets i per favor no deixes de mirar per la finestra.
Flores
Tu sí que eres una canya Flores, un abraç!!
ResponderEliminarHola Jordi,
ResponderEliminarFelicitar-te pel teu blog CONTES BREUS. Sóc Carles Valls de Printcolor www.printcolorweb.com impremta especialista en llibres. Hem llançat una Promoció als bloggers i els hi regalem un llibre de tapa dura. Podria ser un llibre sobre el teu blog o d’un altre contingut.
A canvi, et demanem que ens expliquis la teva experiència en el teu blog una vegada hagis rebut el llibre.
Et passo un enllaç amb la informació de la promoció bloguera:
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T’interessaria? Tens alguna altra proposta?
A reveure i gràcies (cvallsca@gmail.com)