Érase una vez una marca pionera que fabricaba zapatos
para niños pero que tenía un agujero. Ana, disciplinada y puntual, era una de las trabajadoras de la empresa y
la primera en llegar a la oficina. Llegaba incluso antes que las señoras de la
limpieza. Su principal tarea era tapar el agujero con palabras.
Lejos de aminorarse, el agujero se hacía cada día más
grande y Ana tenía que utilizar enormes dotes de imaginación (y de tinta) para
tapar el agujero.
Un día Ana se puso enferma y no pudo ir a trabajar. Nadie
más conocía lo que hacía, así que ese día el agujero se dejó sin tapar.
La primera que llegó a la oficina fue María del Mar, la
mujer de la limpieza, medio dormida porque todavía no había logrado
acostumbrarse los madrugones que le exigía su puesto. Iba tan despistada, que
no vio el agujero y se cayó dentro. Mientras caía abrió los ojos de par en par y vio que el
agujero se parecía a una torre invertida. Esperó, curiosa, a ver qué sucedía.
Dos segundos después cayó
don Paco, el jefe, que mientras descendía estuvo refunfuñando todo el
rato por el descuido de Ana: le cantaría las cuarenta cuando la viera, ¡qué se
habría creido esa mujer!, ya se encargaría él de recordarle que en el trabajo uno
no podía eludir responsabilidades. Tapar
el agujero era una de las tareas más importantes de la empresa.
María del Mar y don Paco llegaron al fondo del agujero
casi inmediatamente, se miraron de reojo, rebotaron, y el impulso les llevó a
toda velocidad hacia arriba como si de un muelle se tratara. María del Mar
aterrizó en el despacho del jefe y don Paco en los servicios de la planta baja,
al lado de los cubos, las bolsas de basura y las escobas.
Al cabo de una semana, cuando se había recuperado de su
enfermedad, Ana volvió al trabajo. Llegó la primera, como siempre, dispuesta a
poner nuevas palabras para tapar el agujero. Pero donde hacía siete días estaba
el agujero encontró una nota dentro de un sobre: “Bienvenida Ana, espero que te
encuentres mejor. Sube a verme esta mañana, vamos a lanzar un nuevo producto,
las zapatillas saltarinas y te necesitamos para la nueva campaña de promoción.
La dirección”. Entonces vio que salía un ratón blanco con un lazo rojo del
agujero. Por lo demás todo estaba igual. Solo un poco de polvo acumulado en las
mesas de recepción: “Si don Paco pasara el dedo por estos muebles se enfadaría mucho”, se dijo Ana para sus
adentros. Pero siguió caminando decidida y sonriente pensando en nuevas frases
para promocionar el nuevo producto de su empresa. Tan contenta estaba que se
olvidó de tapar el agujero.
Hola Rosana.
ResponderEliminar¡Quién tuviera tu imaginación para crear estos cuentos!.
La verdad, es que a veces las alegrías también nos despistan de las obligaciones, como le pasó a Ana.
Menos mal que no se trataba de un agujero negro que si no...
Bueno, m´encantat.
Reb una abraçada cibernetica, a través de la fibra óptica de la teva amiga, Montserrat
Moltes gràcies Montserrat. Els forats que crea la imaginació són els pitjors. Més val pegar-li's la volta i nom jugar amb ells.
EliminarCarai! Aquest conte és dels que fa pensar... No és tan fàcil tapar forats, eh? Tocar fons, de vegades, és necessari.
ResponderEliminarM'encanta! Petonets.
Sí bonica el millor de tocar fons és que després tot va cap amunt. Un beset!
Eliminarte respondo en castellano porque el relato también lo està.
ResponderEliminarEste relato podria emarcarse dentro de los mejores relatos de ciencia ficción (la parte de ciencia ficción más literària). Felicidades! por tu imaginación i buen escribir.