El OLVIDO
Una de las cosas que más molestaban a Ana, por las terribles consecuencias que podría traer, era poner la ropa en la lavadora sin mirar antes los bolsillos de los vaqueros:
Madre: -Pues tu obligación es mirarlos tu antes de traerlos!
Hija: -Pues tendrías que comprobar siempre por si acaso!
El caso es que fuera por una o por otra, al ponerse los pantalones vaqueros medio gastados, Ana fue directa al bolsillo pequeño a buscar el poema que Susana le entregó el sábado por la noche, mientras conversaban en el pub “Azul Luna” y se encontró con una sorpresa.
Susana pasaba de ella en el instituto y Ana estaba un poco perpleja, sobre todo después de pensar en aquella noche. Necesitaba ver de nuevo sus pensamientos por escrito. Quizá encontraba alguna clave que necesitaba descifrar, una indicación, una seña precisa que le orientara en el camino hacia ella.
Cuando fue a buscar las palabras en aquella servilleta solo encontró cinco pedacitos de papel mojado. Una esquina con el anagrama del pub, una luna minúscula de color azul. Los otros, unas pocas palabras emborronadas.
Se quedó sin el plano que le conducía a ella.
Cuando se repuso, tragó su enfado, se sentó en el escritorio y dibujó unas palabras. Y esperó que, esta vez, no quedaran en papel mojado.
De todos modos creo que no hubiera encontrado ninguna clave en el papel. A las personas, creo yo, se llega por pura suerte o algún otros misterio, porque no hay mapas.
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