SALIR DEL ARMARIO
Las muñecas se sentaron a la mesa a tomar el té. Allí estaba Rosaura, la de las rodillas fuertes, con sus coletas largas para hacerle peinados de toda clase. Y las "barriguitas" diminutas, todas en una silla haciéndose compañía. Rabietas, el bebé, con su chupete también participaba de la reunión.
Cristina encontró sus juguetes preferidos en el fondo del armario. Hacía veinte años su abuela los había escondido tanto que no logró encontrarlos nunca por mucho que se afanó en buscar. Dio la vuelta a la casa y nada, de la noche a la mañana desaparecieron. Su abuela tenía esa costumbre, escondía los juguetes para que no se rompieran. Era propio de la época.
De pequeña dormían con ella todas las noches, una hilera de muñecas en su cama, una al lado de otra, tapaditas hasta el cuello con la sábana para que no cogieran frío. Fue muy triste perderlas de vista, no saber dónde estaban ni dónde buscar.
Pasaron los años, Cristina se hizo mayor, era capaz de dormir sola. Y ahora las había encontrado. Así que las sentó en la mesa y tomaron el té, como unas buenas amigas.
Por fin, unos años después, salieron del armario.
OBRINT LA FINESTRA
M'agrada assomar-me a la finestra i veure que hi ha més enllà. Normalment després me retiro a l'habitació i continuo amb el que estava fent. Avui m'han pegat una espenteta i he decidit travessar la finestra.
viernes, 4 de junio de 2010
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De pequeña yo también dormía así, con un ejército de muñecas, mi madre me escondía las artilugios de "lissi" porque si no me los cargaba, y por supuesto me encantaba sentarlas todas juntas con los cacharritos a tomar el te
ResponderEliminarMuy bien narrado, me ha recordado mi niñez
Gracias Luisa, a veces la niñez ha tenido también momentos tristes. Un abrazo.
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